viernes, 2 de noviembre de 2007

Confesiones IV parte

Desde lo ocurrido la noche del asado. Le pedí que hablara con ella y le explicara lo que pasaba entre nosotros, yo ya no quería ocultarme. Además nos habíamos mostrado casi descaradamente delante de todos al irnos juntos. El me escucho y le conto lo que había entre nosotros, ella reaccionó de la manera esperada. Quiso matarlo y me odio hasta estallar.
Ahora, recordando una conversación con dos de los personajes que conocerán más tarde en esta historia, Gilda y Cruz (madre e hijo), entiendo el porque de su terrible desprecio hacia mi persona: El causante de mis palabras tenía una historia con ella, y al llegar yo a la banda, se incomodó y pregunto por mi, Cruz no tuvo mejor idea que contestar con un alevoso –Está bárbara, es muy linda!- a lo que ella contesto muy a su pesar – Uy, ya perdí con… - después de su expresión todos la calmaron y le dijeron que no se persiga. Yo, al enterarme no supe que más que reírme, pero no una risa de maldad, sino por como habían las cosas al final.
Ella, o Andrea para ser más exactos, encontró e mí a su peor enemiga. Mientras pasaban los días era peor. Yo me había convertido en su punto fijo de bardeadas y flechas embebidas en veneno. Yo, desde mi inocencia la entendía y bajaba la cabeza. Sentía mucha lástima por ella, por la espantosa situación que le había tocado vivir. Pensé en la humillación que había significado para ella vernos pasar a su lado como si nada. Pensé en el dolor que le había causado el vernos juntos. Descubri entonces lo enamorada que estaba ella de él. Y no tuve las fuerzas ni la cara ni nada para seguirla en su guerra. Entonces comenzó a luchar conmigo, en realidad a luchar sola, ya que yo jamás le conesté ni una palabra que le doliera, aunque se me llenara el pensamiento de ellas. Creo que eso la enfurecía mas todavía, era como pelear contra una pared. Yo ni siquiera la escuchaba, prefería centrarme en otras cosas. En él, por ejemplo.
Las cosas comenzaron no muy bien entre nosotras. Yo llegue a la banda y ella y su cuñada Belén (y mejor amiga de los chicos) me encararon como si yo les estuviera por robar el lugar de “amiga”. Cosas de chicas, nada nuevo. El enfrentamiento con “la nueva” duró poco, cuando se dieron cuenta que no buscaba ocupar el lugar de nadie. Igual, tampoco pasó mucho hasta el suceso del asado donde volvieron los dardos envenenados hacia la mi. Yo, creyéndome culpable de la acusación los recibí sin decir una palabra. La verdad fue que no me importaba. Yo a esa altura era capaz de soportar muros si estaba con el. Y estaba con el, sus ojos me daban la fuerza necesaria como para aguantar lo que viniera, así que lo aguantaba.
Además de alguna forma nos protegimos mutuamente, ya que las bardeadas y palabras dolorosas no solamente venían hacia mi, sino (y sobre todo) hacia el. Recuerdo que a veces mis amigos me decían que me defendiera cuando ella iba contra mi, pero yo trataba de ponerme en su piel y me callaba.
La verdad que no sabria ponerme en su piel. Creo que en su lugar hubiese levantado mi frente y seguido adelante. Ella en cambio siguió con su tortutra de ir todos los fines de semana al ensayo y vernos a Diego y a mi juntos (y enamorados). Supongo que su objetivo era hacerme la guerra, como lo venia haciendo. Cada vez que la veía se esmeraba en hacerme sentir lo poca cosa que yo significaba para ella. Me evadía, me conestaba mal, me salteaba para el mate, y cuando tenia algo para ofrecer lo hacia a todos, excepto a mi. Tanto se aseguro de que yo sintiera que no existía para ella, que me di cuenta que hasta a veces sonaba conmigo. No podía sacarme de su mente y practicaba frente al espejo cada movimiento para despreciarme aun más. O por lo menos eso es lo que llegue a pensar…
Las tardes a su lado eran insoportables. Había llegado un momento en que ya no podía aguantarla. Me sentía totalmente
Después las cosas cambiaron, pero esa es ya otra historia.
En cuanto a el, aprendimos en muy poco tiempo a querernos, a conocernos y a respetarnos. A modo de confesión, ni siquiera nuestro primer beso fue forzado. No les paso que al darle un primer beso a alguien sentís que no estas bien?, como que no van para el mismo lado. Bueno yo no puedo decir lo mismo del mío con el. Fue como si todo en nuestras vidas hubiera estado pactado para que ese beso fuera perfecto, y lo fue.
Volviendo a lo nuestro, sigo con la historia. No nos costó adecuarnos el uno al otro, fue como natural. El sabia exactamente como tocarme o como mirarme. Y eso, además de llenarme de felicidad, me inundaba de miedos. Pensaba que lo que me estaba pasando era demasiado perfecto como para ser verdad o como para durar mucho tiempo. Recuerdo que mis amigos preguntaban como estaba y yo siempre respondía con la misma frase: -increíblemente feliz, tan feliz que hasta da miedo perderla. Creo que me aterraba la idea de que el estuviera jugando conmigo, hasta el punto de escribir: “Tengo miedo de que todo este sueno se convierta en una pesadilla. Tengo miedo de las falsas promesas y de las palabras que se lleva el viento. Tengo miedo de lo perfecto…todo algún día se termina”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como sigue el cuento??

Solteracrónica dijo...

ojala fuera un cuento... En cambio comenzo por ser una increible historia y termino siendo la historia mas triste de mi vida...